Trilogía de las Auroras Polares (II): Las Leyendas

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La complejidad del fenómeno de las auroras polares es tal que su origen aún se desconocía cuando tuvo lugar la revolución cuántica y relativista. Su interpretación ha variado en las diferentes épocas, fuertemente condicionada por el contexto histórico, cultural y religioso. Existe un gran surtido de explicaciones variopintas e imaginativas, la mayoría de las cuales pertenecen a los países nórdicos que son las zonas habitadas donde el proceso se produce con mayor frecuencia. En este post viajaremos a través de ellas.

En el libro “Kongespeilet” del siglo XIII, figuran tres antiguas interpretaciones nórdicas a las que se llegó, cuando creían que la tierra era plana y estaba rodeada de océanos. Una de ellas suponía que dichos océanos, estaban flanqueados por llamas cuyo reflejo se contemplaba en el cielo. La segunda daba protagonismo al Sol que lanzaba sus rayos hacia lo alto, cuando se encontraba debajo del borde de la placa de la Tierra. Finalmente, la tercera, corría a cargo de los glaciares, que absorbían tanta energía que empezaban a brillar.

En documentos conservados en Närke y otros puntos de Noruega, aparece el antiguo nombre que se daba a la aurora en sueco, silllixt (relámpago de arenque), que describía la creencia de que las luces se formaban por el reflejo de grandes bancos de arenques.  Pero no es la única explicación que figura en estos textos. Se dice también que la aurora podía proceder de la luz de las antorchas que sujetaban los lapones cuando buscaban los renos en las montañas. Por su parte, el nombre finlandés, revontulet (zorro de fuego) se debe a la leyenda según la cual había zorros de fuego en Laponia cuyo pelaje emitía chispas al correr hacia las montañas. En otras versiones, sin embargo, consideraban que el juego de colores era provocado por el reflejo de la luna en los copos de nieve que barría la cola del animal.

Y las explicaciones con animales continúan. En Småland, se pensaba que los cisnes competían por volar más y más lejos hacia el norte y los que lo lograban, quedaban congelados en el cielo. La aurora se formaba cuando aleteaban para liberarse. En Estonia, por su parte, recurrían a animales marinos como la ballena. Según sus creencias ancestrales, las ballenas pintaban el cielo con sus chorros de agua. De hecho, estas tradiciones se alimentaron tanto del imaginario popular, que en ocasiones aparecieron elementos más exóticos como los cocodrilos.

Muchas historias las tachaban de peligrosas, y portadoras de malos augurios, especialmente las rojas. Había quienes no permitían que sus hijos saliesen fuera cuando había aurora por si les quemaba el pelo. De hacerlo, tenía que ser con un gorro. Se relataban incluso casos de gente asesinada a manos de las luces del norte, por hacer burla de las mismas.  Cuando tomaba el rol de Cassandra, la aurora precedía toda clase de catástrofes, si bien los incendios eran su especialidad. El color rojizo de las luces llevaba a imaginar ciudades en llamas, lo cual era un riesgo con el que convivían ya que la mayoría de las casas eran de madera.

En algunas zonas del norte de Europa, Asia y América, sostenían que las auroras eran una buena residencia para los muertos, especialmente para aquellos que habían hallado su fin de forma violenta o demasiado temprana. En otras, pensaban que los espíritus lo pasaban en grande. Los esquimales de  Groenlandia y norte del Canadá los imaginaban jugando al fútbol con un cráneo de morsa. Por este motivo, su nombre para la aurora es aqsalijaat, que significa el rastro de aquellos que juegan al fútbol. En la isla de Baffin se dice que el propio cráneo de morsa lo encontraba tan divertido que hacía castañear sus mandíbulas. Lo que no resultaba tan entretenido o gracioso de esta visión era que aquellos que contemplaban el fútbol espiritual corrían el peligro de que el simpático cráneo les arrancase la cabeza.

Los lapones consideraban que existía una conexión entre el clima y las auroras. Como servicio de predicción meteorológica, su llameo en lo alto del cielo anunciaba un tiempo caluroso. Pero al tener poderes mágicos no se limitaba a esta utilidad y también servía para influir en el clima. Había diferentes métodos. En Kvikkjokk, por ejemplo, se entonaba un cántico que empezaba: “gokseth (aurora), lipi, lipi”. Lipi es la abreviatura de lihphuit que significa aleteo.

Para acabar de dificultar el asunto cabe decir que no todo el mundo estaba conforme en que el revoloteo de una aurora significase un clima cálido, algunos pensaban que se acercaba el frío y otros que habría tormenta. Es definitiva, en lo que estaba de acuerdo la mayoría es que indicaba un cambio de tiempo.

Algunos observadores de auroras están convencidos que tienen sonido. Esto, a priori, sería imposible si, tal como defienden, las “han escuchado” al mismo tiempo que contemplaban las fluctuaciones luminosas. Puesto que la velocidad de propagación del sonido es mucho menor que la de la luz, no puede existir sincronización entre ambos efectos (como ocurre con el rayo y el trueno).

Suponiendo una aurora que se halle aproximadamente a 100 kilómetros de la superficie de la tierra el sonido se percibiría casi cinco minutos después que la  luz.

Todas estas creencias que pueden resultarnos muy lejanas, no lo son tanto. Sin ir más lejos, en nuestro siglo, los Indios y Lapones, que viven actualmente en las regiones donde se da más el fenómeno, aún le guardan cierto respeto. Las personas mayores recuerdan como se obligaba a los niños a portarse bien y permanecer en silencio cuando había auroras. Incluso en Escandinavia y en Norteamérica, hay quien piensa que puede invocar a la aurora silbando pero se abstienen por el miedo de que resulte peligroso.

Sólo existe una manera de hacer frente a todas estas leyendas e interpretaciones, la ciencia, y es por ello que dedicaremos la tercera y última parte de la trilogía a estudiar las teorías que se han desarrollado en torno a las auroras.

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 Los artículos de «Trilogía de las Auroras Polares: Las Crónicas (I), Las Leyendas (II) y Las Teorías (III)» han sido galardonados con el Premio «It´s Science Bitches» de Emilio Capitel

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Acerca de Laura Morrón Ruiz de Gordejuela

Licenciada en Física por la Universidad de Barcelona y máster en Ingeniería y Gestión de las energías renovables por IL3. Tras desempeñar su labor profesional durante diez años en el campo de la protección radiológica, tuvo la oportunidad de entrar a trabajar en Next Door Publishers, donde, como editora, puede aunar su pasión por la divulgación científica y los libros. Aparte de esta labor, desde 2013, ejerce de divulgadora científica en el blog «Los Mundos de Brana» —premiado en la VI edición del Concurso de Divulgación Científica del CPAN— y en las plataformas «Naukas» y «Hablando de Ciencia». Ha colaborado en los blogs «Cuentos Cuánticos» y «Desayuno con fotones» y en los podcasts de ciencia «La Buhardilla 2.0», «Crecer soñando ciencia» y «Pa ciència, la nostra». Es integrante del Grupo Especializado de Mujeres en la Física de la Real Sociedad Española de Física (GEMF), la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas (AMIT), la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad (WILPF), El Legado de las Mujeres y la ADCMurcia. En 2015 fue galardonada con el premio Tesla de divulgación científica de «Naukas». Es autora del libro «A hombros de gigantas».
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